28 abril, 2008

OLVÍDATE DE MÍ (Sesión de cine en el pequeño mundo de mi amiga agorafóbica)
















ENTRE MONTAUK Y BENIDORM


Ésta es una de nuestras pelis preferidas. Hablo en plural porque me refiero a mi amiga agorafóbica y a mí (no hablo en plural refiriéndome a mis granos y yo, ¿vale?). Gracias a nuestra inexistente vida social nos podemos permitir volver a ver esta película en su sala de proyección, que huele a lejía, cada 3 ó 4 meses. La verdad es que mi amiga agorafóbica y yo nos llevamos de coña. Nos encanta el cine, somos los dos raritos de la leche… Lástima que lo nuestro sea imposible. Básicamente porque ella no soporta el contacto humano y, claro, eso complica un pelín las cosas. Bueno, voy a dejar de fantasear con la única chica que me hace caso y voy a hablar un poco de esta peli, que bien se lo merece.

“Olvídate de mí” es simplemente alucinante. Es una película brillante con un guión genial. La idea en la que se basa la historia es la posibilidad de borrar de tu memoria, mediante un sistema pelín entre rocambolesco y de ir por casa, a la persona que quieres olvidar. Pim, pam, de la noche a la mañana consigues olvidarte de alguien para siempre. ¡VIVA Kaufman y sus ideas! Sin embargo, ¿qué ocurre si te das cuenta (durante el proceso de "borrado") de que no quieres realmente deshacerte de esos recuerdos, borrar a esa persona? Ah, pues esto es lo que ocurre en el film. De hecho, la mayor parte de la historia está en el plano de los recuerdos, es decir, ¡Kaufman nos sitúa dentro de la mente del prota durante casi toda la peli!

Siendo un guión complejo, el bueno de Kaufman nos lleva de aquí para allá viajando en diferentes planos (tiempo y espacio) con una maestría, un talento y un ingenio que me dan ganas de besarle los pies (es un decir).

Charlie Kaufman, el guionista, me tiene alucinado desde hace tiempo. “Cómo ser John Malkovich” ya me dejó con la boca abierta. Si hay algo que valoro, aparte de la gente sin acné, es la imaginación y a este tipo la imaginación le sobra. Personalmente creo que su talento también le viene del hecho de tener un hermano gemelo (con el que elaboró el guión de “Adaptation”) porque yo creo que eso te hace ser distinto. No sé, especialito, vamos. En fin, esto es una chorrada de las buenas, pero como es mi blog la suelto y me quedo tan a gusto.

Lo cierto es que la unión Charlie Kaufman - Michel Gondry (el director) es estupenda pues ambos tienen una creatividad desbordante. Michel Gondry ha estrenado hace poco “Rebobine, por favor” y aunque también tiene momentos gloriosos y muy imaginativos (el guión es del mismo Gondry) no es “Olvídate de mí”. ¡Simplemente porque “Olvídate de mí” es la leche!

Kate Winslet (a la que adoro desde que la descubrí en “Criaturas celestiales”) y Jim Carrey encarnan a la pareja protagonista. Sí, se trata de una historia de amor, poco común pero fantástica.

No sé, ver esta peli es entrar en un mundo fantástico en el que se plantean cuestiones filosóficas, en el que se habla de lo más de hondo de nosotros, las personitas. En fin, es una película preciosa. Sí, lo admito, alguna vez he pensado que sería estupendo estar en Montauk, en esa playa desierta, o en el río Charles congelado (si no sabéis de qué hablo, ¡tenéis que ver la peli ya!) con mi amiga agorafóbica. Pero la realidad es que la única playa que veo es la de Benidorm cuando mi madre y el resto de las chicas de oro me obligan a veranear con ellas. Suerte que existe el cine para huir de mi vida tan penosilla y, sobre todo, suerte que existen pelis redondas y brillantes como “Olvídate de mí”.




“Olvídate de mí” (2004)
(Por cierto, el título original me encanta: “Eternal Sunshine of the Spotless Mind”)
Dirección: Michel Gondry
Guión: El gran Charlie Kaufman

19 abril, 2008

ELEGY




De inmaduro a podrido y yo no salgo volando


Creo que nunca os he hablado de mi padre. Os contaré lo que le solté a mi psiquiatra en una de mis primeras sesiones. Le dije que mi padre se quedó atrapado bajo la rueda de un tren y que, aunque su cuerpo estaba partido en dos, el tío seguía consciente hasta que el tren echó marcha atrás, un par de metros. Entonces recogieron los trozos de mi padre. Dicho esto, miré hacia la papada de mi psiquiatra y subí, despacio, hasta llegar a sus ojos de morsa. No se lo tragó, claro. Mi psiquiatra es gordo, calvo y un pelín cojo pero no es tonto. Elegíaca de la leche la historia de la pérdida de mi padre pero mentira cochina, claro. La verdad es que mi padre se piró y dejó a mi madre con el marrón (es decir, moi).

El caso es que me he criado rodeado de mujeres (mi madre y el resto de las Chicas de oro, sus amigas) y, claro, digamos que mi visión del mundo es bastante femenina. Por ello, me ha costado meterme en esta peli. ¿Cómo empatizar con un tipo como el prota? Difícil… No, imposible. Quizás por eso tengo la sensación de haber visto la peli pero desde lejos, sin meterme dentro, sin entrar del todo.

Se nota la mano de Isabel Coixet tras la cámara, su personal mirada. Pero también se nota que el guión no es suyo, que no es una historia con el peculiar sello “Coixet” como la estupendísima “Mi vida sin mí” (o incluso “La vida secreta de las palabras” o "Cosas que nunca te dije"). Claro está que uno puede empatizar con la Sarah Polley de “Mi vida sin mí” mucho más que con el tipo hedonista y vanidoso de Elegy. Sin embargo, también así demuestra la amiga Coixet su grandeza, tomando entre manos un ambicioso proyecto de producción americana sin su tipología de personajes femeninos habitual. Afortunadamente, Meyer y Coixet han eliminado mucha testosterona gratuita, lo cual es de agradecer. Gracias, majos.

Esta es una de esas películas en que se dibujan interrogantes de los grandes como por ejemplo: ¿Qué sentido tiene todo esto (la vida y tal)? Los personajes andan perdidos en su circo particular dando absurdas piruetas en un número histriónico y tontorrón. ¿Da el amor sentido a algo? No sé, pero algo así nos plantea la historia. ¿Da el compromiso algún sentido? ¡Que no lo sé! ¿Por qué da miedo que alguien te quiera? ¡Qué sólo soy un adolescente, por Dios!

El título de esta adaptación cinematográfica de la novela de Roth, “El animal moribundo”, ya nos indica que la cosa no es una comedia precisamente y, aunque la palma hasta la script, a mí no me ha hecho sentir nada. Será porque la he visto de lejos, porque la historia no ha conseguido agarrarme y hacerme volar desde mi butaca centradita en la fila ocho y meterme dentro de la historia. En mi absurda opinión, está claro que ver una peli desde lejos no es una buena señal.

La historia de amor que cuenta el film es de esas que fastidia un poco por el tufillo misógino, por ese prota que ve a su amante como un cuerpo, obsesionado por su belleza. Croquetando: obsesionado por sus tetas y por su rostro, que es una obra de arte.
Él es un tipo que no acepta que se ha hecho mayor, que ha envejecido pues, como dice, en su cabeza todo sigue igual. Será verdad ese aforismo lapidario de mi madre y el resto de las Chicas de oro: Los hombres pasan de inmaduros a podridos.

Sin embargo, no recuerdo haber visto un enamoramiento tan palpable como el de Cruz-Kingsley desde aquel film (un pelín ñoño, todo hay que decirlo) en el que Robert De Niro y Meryl Streep se enamoraban en un tren. Es algo mágico y alucinante hacer que el espectador pueda palpar el amor o el enamoramiento. A través de un juego de gestos y miradas que, de repente, uno identifica como reales, como espontáneas ¡y vas y te lo crees! Desde luego, Penélope Cruz hace una interpretación brillante que justifica ir a ver la película, palabra de Guardián.

Resumiendo: El guión es correcto, la peli tiene un ritmo correcto (utilizo el mismo adjetivo porque es el que quiero utilizar y no porque no sepa más ¡Ya vale con el rollo de que los adolescentes somos palurdos!), la dirección personal de Isabel Coixet y su mirada tras la cámara le dan un plus de interés e intimismo a la cinta que es, sobre todo, un duelo interpretativo con Satie de fondo. Sin embargo, yo sí echo de menos a la Isabel Coixet de “Mi vida sin mí” que me metió en la historia un minuto después de sentarme junto a mi amiga agorafóbica en su estupenda sala de proyección, que huele un pelín raro, como a hospital.

Elegy (2008)
Dirección: Isabel Coixet
Guión: Nicholas Meyer

15 abril, 2008

SEDA








Del hechizo a la rosquilla

La única de las Chicas de oro (las amigas de mi madre) que no me encuentra feúcho me prestó este libro hará un par de años. Yo lo interpreté, claro, como una insinuación pero resultó no ser nada. En mi cabeza sólo hay Mrs Robinsons que, al final, acaban pasando de mí como las de mi edad. Es muy duro, ser un adolescente delgaducho y rarito es muy duro.

Bueno, voy a soltar alguna chorrada sobre esta peli y así dejo de pensar en mi inexistente vida erótico-festiva durante un milisegundo. El conflicto interior del personaje me resulta pelín incomprensible pues se han afanado tanto-tanto-tantísimo en la película en mostrarnos a una pareja que se adora que es poco creíble que el guaperas del prota cruce medio mundo, jugándose la vida, sólo por un calentón (por llamarlo de algún modo. Vale, reconozco que a veces escriben mis hormonas). No sé, no entiendo a este tío. En el fondo, creo que odio y envidio profundamente al protagonista porque las tiene a pares. ¡Con esa pinta de Kurt Cobain tan poco acorde con la atmósfera de la película! En fin, no puedo ser objetivo con este guaperas, ¡pero es que no encaja en el papel! ¿O soy yo que no encajo en este mundo lleno de tíos rubios y cachas? ¡Los odio, me ponen enfermo!

Por otro lado, el ritmo es lento hasta niveles desquiciantes. Ese tipo de lentitud pretenciosa que no tiene nada dentro, que está hueca. Creo que eso es lo que le pasa a la peli, que está hueca. El libro tiene un hechizo, una magia. La película, no.

No sé qué dirán los críticos de verdad sobre esta peli pero, en mi absurda opinión, esta adaptación cinematográfica de la novela de Baricco está más hueca que una rosquilla.

SEDA (2007)
Dirección: François Girard
Guión: François Girard y Michael Golding

07 abril, 2008

Desayuno en Plutón (Sesión de cine en el pequeño mundo de mi amiga agorafóbica)



LA VIDA ES UN MUSICAL

El viernes quedé con una chica. ¡Eh, va en serio! Vale, la chica en cuestión es una de mis pocas amigas. Nos conocemos desde el jardín de infancia, pero también cuenta, ¿no? La verdad es que es la persona más curiosa que conozco. No quiero decir su nombre porque eso no estaría bien. No sé, luego me sentiría fatal, yo soy muy de comerme la cabeza con estas cosas. Sólo diré que tiene agorafobia y como sus padres están metidos en el show business y ganan mucha pasta pues le han montado un pequeño mundo para ella solita dentro de su casa (lo cual está genial porque la pobre sería carne de cañón en un instituto, más o menos como yo). El caso es que dentro de ese mundo privado que le han montado en casa hay una sala de proyección que es la leche. Así que cada dos semanas o así me llama y nos vemos una peli en su mega pantalla. Es mejor que ir al cine porque nadie te da patadas en el respaldo del asiento ni come palomitas en plan cerdo. Está de coña. Lo único malo es que huele pelín raro (como a hospital) porque, aparte de agorafóbica, mi amiga es un poco obsesiva con eso de la limpieza y tal. Ella se siente protegida en su minimundo, igual que El increíble hombre menguante dentro de su cajita de cerillas Fire Chief. En fin, que es una chica curiosa de verdad pero, si consigues dejar aparte sus rarezas, es un encanto.

El caso es que este viernes vimos “Desayuno en Plutón”. A los dos, claro, nos gustan las pelis de jóvenes con vidas difíciles y tal. Además, “Juego de Lágrimas” me parece una gran peli y, la verdad, Neil Jordan es un director muy decente.

“Desayuno en Plutón” pasa la prueba de los 10 minutos, es decir, que a los 10 minutos ya ha conseguido engancharme. La verdad es que esta película le debe gran parte de su chispa al prota, Patrick “Kitten” Braden, encarnado por un brillante Cillian Murphy. Supongo que este actor es una joven promesa, como suelen decir los críticos serios. Es un treintañero que ya me llamó la atención en la estupenda “28 días después” o con su inquietante rostro en “Batman begins”. El chaval tiene una de esas caras que tanto puede parecer un joven cándido como un psicópata. Se podría decir que tiene un rostro “inquietantemente bello” o algo así. Y hago hincapié en el aspecto físico del prota porque, sin duda, es importante para la historia, ya que el personaje se pasea por la ambigüedad sexual desde la infancia hasta dar el salto al travestismo. Es un personaje lleno de encanto que se mantiene a flote gracias a su loco mundo interior que le transporta a un cuento de hadas o a ser una heroína embutida en cuero negro cuando las cosas se ponen demasiado serias en el mundo exterior. Sin duda, la realidad es un lugar demasiado violento y carente de encanto para que el protagonista pueda soportarlo.

El film se mueve entre lo grotesco y lo tierno, entre el drama y la comedia al igual que lo hace el protagonista, quien es capaz de sobrevivir a una dura realidad, con el conflicto de Irlanda del Norte de fondo, con la soltura y desparpajo que sólo tienen aquellos que creen que la vida es un musical.

Si bien el personaje protagonista es un claro punto fuerte del film, el ritmo de la película es desigual y decae en algún momento. El guión está estructurado a modo de diario y, en fin, algún capítulo quizás no es demasiado relevante para la historia.

El dibujo del protagonista y de su entorno está muy conseguido y, sin duda, Jordan se mete al espectador en el bolsillo con un protagonista que te lleva por donde él quiere y que te hace creer en un mundo mágico, de luz y de color, como diría aquella niña prodigio (y, claro está, no hablo de mi madre), ante una realidad más bien descolorida en la que los personajes se humanizan al entrar en contacto con un ser tan alucinante y encantador como Patrick “Kitten” Braden.

Resumiendo: este film no es una obra maestra pero sí tiene algo especial. Creo que es una de esas pelis que te hace sonreír y ver el mundo de un color más brillante, porque quizá la vida resulta que no es tan seria como parece, quizá la vida es un musical.

Desayuno en Plutón (2005)
Dirección: Neil Jordan
Guión: Neil Jordan y Pat Mc Cabe

06 abril, 2008

LA FAMILIA SAVAGES

UNA SONRISA TRISTE

El sábado quedé con mi amigo, el guaperas, para ir al cine pero me dejó plantado. Supongo que me sustituyó por alguna chica con pecas. Pero, la verdad, a mí me da igual porque si en algún sitio me siento a gusto es en el cine. Además, si consigo una butaca centradita en la fila 8, entonces ya soy casi un adolescente feliz.

Siempre intento ir al cine virgen. Vale, genial, he tenido que utilizar esta maldita palabra que me persigue como el olor a sobaco en el metro. Quiero decir que me gusta ir a ver una peli sin leer ninguna crítica, para no tener ideas preconcebidas y todo eso, y “así” es como fui a ver La familia Savages. No sabía nada de la peli, a parte de que estaba co-protagonizada por el grandísimo Philip Seymour Hoffman*, que me encanta desde que lo descubrí en una estupenda película llamada Happiness. Bueno, pues La familia Savages resultó ser una sorpresa muy agradable. Es una película con una historia pequeña pero repleta de grandísimos y gloriosos momentos. Es un estupendo retrato de personajes. Personajes reales, redondos, complejos, con sus toques miserables y sus momentos tiernos, con sus flaquezas y bondades.

La sinopsis podría ser: 2 hermanos - Wendy Savage (Laura Linney) y Jon Savage (el amigo Seymour Hoffman) -, que rondan los cuarenta, tienen que hacerse cargo de su padre al que le han diagnosticado una demencia.
El tema es duro y poco agradable de ver pero la vida es así y el cine puede mostrar historias cotidianas de un modo grandioso y sin caer en el merengue y en la sensiblería incontinente. No es fácil, pero la amiga Tamara Jenkins lo consigue con talento e ingenio.

Además, otra grandeza del enfoque del film es mostrar a unos hijos que se tienen que hacer cargo no de un buen padre que está enfermo sino de un tipo que ha sido un padre nefasto. Es más, un tipo que les ha marcado negativamente en sus vidas creando en ambos una desconfianza, una especie de alergia, hacia las relaciones estables y hacia el compromiso.
Hay un plano del film que es probablemente de lo más triste que he visto; cuando al padre enfermo se le caen los pantalones en el avión y todo el pasaje puede verle el trasero. ¿Hay algo más cruel? Pues sí, encima el pobre hombre lleva pañales. Por cierto, apabullante la interpretación de Philip Bosco (Lenny Savage, el padre). El tipo pasa de la lucidez al más completo desconcierto sin caer en lo histriónico.

La peli abarca la última etapa de la vida de este padre, quien no ha sido precisamente un padre ejemplar. Aunque se obvian las referencias directas a dramas infantiles (nada de flashbacks lacrimógenos ni cosas de esas), sólo hay pinceladas, está claro que Wendy y Jon han quedado bastante tocados por su infancia. Sin embargo, el hacerse cargo de él les hace evolucionar como personas, les hace madurar. Los dos hermanos viven una especie de catarsis que les hace dar un paso adelante, sobre todo en lo personal, y dejar atrás la mierda del pasado. De algún modo, se quitan los zapatos sucios de recuerdos y traumas y, por fin, andan descalzos hacia delante. ¿Se me ha ido un pelín la olla? Creo que sí, pero ahí se queda la metáfora de los zapatos. ¡Por algo éste es mi blog!
Esta peli es a su vez un viaje por ese variopinto universo, lleno de contrastes, que son los Estados Unidos. Uno puede orientarse a través de los árboles. El padre mientras estaba bien de salud vivía en un lugar "paradisíaco" (rallando lo absurdo y lo grotesco) llamado Sun City (en el desierto de Arizona) en el que todo parece salido de un anuncio de unos grandes almacenes o de una de esas clínicas de criogenización. Todo el mundo sonríe y lleva una manicura estupenda. Hasta los árboles tienen un look de los más amable y cuidado (incluso les han pintado el tronco de blanco y les han hecho una poda coquetona para que queden perfectamente redonditos y uniformes). Bien, éste es el idílico-grimoso punto de partida: Viejos bronceados, animadoras septuagenarias que bailan sobre un césped reluciente y feliz (sí, se nota que ese césped es feliz) hasta que alguien escribe con sus propias heces “capullo” en la pared del baño. Se acabó el sueño psicodélico de eterna juventud, se acabaron los árboles disfrazados. Saltamos al invierno, saltamos a Buffalo donde el sol se convierte en nieve y los árboles coquetones en esqueletos desnudos, en sombras delgaduchas y tristes de lo que antaño fueron. Igual que Lenny, un tipo que se convierte en una sombra desorientada. Otra metáfora...
¿Cómo hacer de una secuencia una secuencia estupenda?

Esta peli es una buena lección de cómo hacer de una secuencia una gran secuencia y de cómo dar otra vuelta de tuerca al drama mediante nada más y nada menos que un gag. Los personajes no se sientan a hablar y ya está, siempre hay algo que vertebra la acción de la secuencia y que saca más punta a la situación. Esto es inherente a las buenas pelis, o eso me digo muchas veces cuando me da por reflexionar sobre cine.

Véase la secuencia en que Wendy Savage le cuenta a su hermano lo de la supuesta beca Guggenheim mientras él tiene la cabeza sujeta a la puerta mediante un rocambolesco artilugio que debe ayudarle a curar su contractura muscular. En esa secuencia se dicen muchas cosas, se expresan muchos sentimientos. Él siente envidia, celos (típica rivalidad entre hermanos y más si sus aspiraciones profesionales son similares) y poco a poco esos sentimientos primarios iniciales van dando paso al cariño hacia su hermana e incluso a alegrarse por ella. Sin embargo, ¿cómo expresar esta evolución de sentimientos o esta mezcla de sentimientos encontrados teniendo la cabeza sujeta por un aparatoso chisme que no te deja apenas mover la cara y encima comiéndote una tostada? Pues si lo consigues, tienes un estupendo diálogo y una secuencia brillante.

Lo mismo en la secuencia de la terapia de grupo para parientes de enfermos con demencia. ¿Se puede pensar en una reunión más deprimente? Pues la secuencia empieza fuerte con la recomendación del libro “Demencia para tontos” (como el que habla de bricolaje o de aprender cuatro palabras en chino) y se redondea con un gag, de esos que te dejan una sonrisa triste.

Bueno, lo dejo ya porque cuando me gusta una peli me pongo de lo más pesado y podría seguir escribiendo chorradas sin fin. Además, tengo una cita ineludible. Sí, cena con las Chicas de oro (mi madre y sus amigas). Todo un planazo.

*A propósito de Philip Seymour Hoffman:
¡Jo, este actor me encanta! Se merece, al menos, un parrafillo.
Por pequeño que sea el papel, este tipo siempre se las arregla para hacer interpretaciones memorables. Véase El gran Lebowski o la reciente La guerra de Charlie Wilson (la secuencia vodevil en que él sale y vuelve a entrar varias veces seguidas en el despacho de Tom Hanks es de lo mejorcito de la película). En papeles protagonistas, también es una delicia, claro. Véase State and Main o su estupenda interpretación en Capote (aunque en mi absurda opinión, yo diría que el verdadero Truman Capote se parecía más al que se plasma en Infamous). Vamos, que es uno de esos actores que hacen de una buena película una película aún mejor. Es un tipo que engrandece sus papeles de un modo siempre muy personal y creíble.
Resumiendo: Tanto Laura Linney como Philip Seymour Hoffman y Phil Bosco hacen unas interpretaciones brillantes en este film, que es en esencia una historia de personajes con un guión estupendo en el que todo tiene un porqué y con una dirección acertadísima. (Nota: a Tamara Jenkins no hay que perderle el rastro).

Esta es una pequeña gran película que abarca sólo unos días en la vida de tres personas-personajes, pero esos días lo cambian todo. Es una de esas pelis que me dejan una sonrisa triste (una especie de mueca rara, vamos). Una de esas pelis con las que me rasco la barbilla y pienso que he visto algo especial, algo que merecía ser contado.

La familia Savages (2007)
Dirección: Tamara Jenkins
Guión: La buena de Tamara

"The Savages"
http://www.lafamiliasavages.es/


La familia Savages (trailer español)

01 abril, 2008

10.000 a.C.


¿Por qué Roland Emmerich no se hizo farmacéutico como quería su familia y, en especial, su tía Maggie?


Esa es la gran duda que me planteo después de haber sufrido, en silencio, su película. Claro está que mi amigo, el guaperas, me pidió que fueramos a verla. En fin, a mí no me sobran los amigos así que... Ah, eso me recuerda que tengo que irme corriendo. Tengo cita con mi psiquiatra. Algo me dice que a mi psiquiatra, el tipo con más complejos del mundo, tampoco le sobran los amigos.


10.000 a.C. (2008)
Dirección: Roland Emmerich
Guión: Roland Emmerich y sus colegas

EXPIACIÓN



Pues resulta que, si dejamos a un lado el aparente merengue, la peli es muy interesante. Sobre todo por el tema del punto de vista.

¿Desde dónde se nos está contando la historia? Vemos que la historia mezcla lo “real” con recortes de la ficción producto de la imaginación de la niña primero y después fragmentos de su novela cuando ya es mayor (que se nos presentan como si esa ficción dentro de la ficción fuera lo que está ocurriendo realmente). Esta novela le sirve a la protagonista de redención, de expiación. Esto me gustó mucho, me refiero a este juego constante, el juego del punto de vista, el juego de a través de quién estamos viendo lo que ocurre. En mi absurda opinión, esto convierte el guión en más interesante de lo que pueda parecer a priori.

Aparte de esto, muchas veces, acaba la peli y yo me digo a mí mismo, en uno de esos momentos tontos que todos tenemos. Vale, quién diablos es él o la prota en esta peli y entonces me contesto, en este monólogo interior tontorrón, pues el que sufre un cambio, el que tiene el conflicto interior que le lleva a una evolución. Es decir, en este caso, la niña (pelín diabólica y repelentilla, todo hay que decirlo) que acaba redimiéndose cuando es mayor novelando un final feliz para la pareja a la que ella fastidió. La culpa acompaña a la protagonista cual paparrilla toda su vida y es la ficción que nos muestra la que consigue redimirla. Sin embargo, en muchos momentos de la peli lo que vemos es la ficción y esa complejidad me gusta, me gusta que haya más de lo que parece, no sé si me explico. Bueno voy a dejar ya el rollo este del punto de vista (cuando se me mete algo en la sesera me pongo de lo más pesadito).

Además, me gusta que la protagonista sea una observadora, una espía, una voyeur de la vida de los demás. Ella apenas parece vivir, es casi una sombra.

Ah, siguiendo con el temita este de los protas, fui a ver la última de los Coen (No country for old men) con mi mejor amigo, él sí es un guaperas, además de verdad. El tío no sabía qué contestarme cuándo le pregunté quién era el prota. Me dijo que había varios. Entonces yo me froté la barbilla con la mano, como hacen los cinéfilos trasnochados, y le dije: “No, amigo mío, el prota es Tommy Lee Jones, él es el que tiene un conflicto interior, él nos mete en la historia y él nos saca con su voz en off sobre esos maravillosos planos del desierto. La película ha sido una reflexión personal, lo sucedido le sirve a él para evolucionar respecto al punto de partida. Hay un cambio, una evolución interior en él”. Llegados a este punto me di cuenta de que mi amigo, el guaperas, hacía rato que no me prestaba atención y miraba con descaro a una chica rubia con pecas, le encantan las tías con pecas. Esto es pelín rarito porque su madre es pecosa, pero pecosa de verdad. Da un poco de grima esto de que se fije en chicas pecosas, no sé. A mí me pasa lo contrario, todo lo que me recuerde a mi madre me da alergia. En fin, que hasta los guaperas tienen cosas raritas.

Me he ido, como siempre, a otro tema pero el caso es que Expiación me pareció una buena peli. Una peli con un guión complejo y que tiene más de lo que parece a simple vista.

En estas reflexiones mías tontas, suelo decirme que si me fijo en la música de una peli o en la fotografía o en el vestuario es porque la peli no me ha absorbido del todo. Bueno, tontadas mías. El caso es que la música es estupenda, me gusta mucho y no creo que sea porque la peli en su conjunto deja que desear sino todo lo contrario.

En fin, tengo que confesar que la noche que vi la peli soñé con la chica esa de mi clase, la que me recuerda a Juno, vestida de verde. Todo pintaba de coña, los dos en la biblioteca, ella con el pelo suelto sobre los hombros y ese vestido vaporoso y, de repente, me doy cuenta de que yo estoy en pelotas y me entró un corte tan grande que me desperté. Sí, soy el típico adolescente tirillas con masa muscular cero, todo hueso y algún pelillo. En fin, el sueño resultó bastante bochornoso pero la peli merece la pena verla.

Expiación (2007)
Dirección: Joe Wright
Guión: Christopher Hampton

JUNO


En mi clase hay una chica que me ignora. Vale, sí, como el resto. Pero creo que a ésta, en el fondo, le caigo bien. Esta chica, con la que nunca he hablado ni hablaré, me recuerda a Juno. Sólo hay una diferencia, la chica de mi clase tiene 16 años y es real, inalcanzable para mí, pero real, y Juno es un personaje absolutamente increíble. Juno es encantadora pero increíble. La película, cuya primera parte es deliciosa, con diálogos dinámicos, con buen ritmo y altas dosis de humor destila tan buen rollo que resulta absolutamente inverosímil.

Todo es tan perfecto que parece una versión de Alicia en el país de las maravillas con bombo. ¡Qué diablos, en Alicia había mucha más mala leche! (¡Que le corten la cabeza!).

Me lo pasé genial con la peli pero creo que tiene un exceso de amabilidad que desborda mis límites de tolerancia. Yo voy a un insti y allí una chica embarazada genera mucha hostilidad, bromitas crueles, etc. Ya sé, que mi No Mundo gris, lóbrego y turbio (o sea mi instituto) no es el de la peli, pero un pelín de realidad creo que haría la historia más verosímil.

En cuanto a los personajes, si bien la joven Juno (que lo borda, igual que en Hardcandy) es una mujer muy madura dentro del cuerpo de una adolescente, el futuro padre adoptivo es un adolescente dentro del cuerpo de un treintañero. Pues bien, a él sí me lo creo. Como dicen mi madre y sus amigas (sí, las mismas que comentan con sus boquitas arrugadas lo feúcho que me he vuelto con lo mono que era de pequeño): “Los hombres pasan de inmaduros a podridos”. En eso las Chicas de oro creo que tienen razón.

A propósito del personaje del adolescente treintañero, ¿no os parece un giro pelín raro? Está claro que el guión en ese momento necesita un conflicto, algo se tiene que fastidiar porque si todo saliera perfecto la peli no tendría ninguna gracia, pero el giro que da me parece realmente rarito y poco afortunado. Desde luego, se podía haber dado un giro de muchas formas y la elegida sólo reitera un aspecto que ya queda suficientemente claro y no aporta, por otro lado, más interés a una trama, que para mí es muy flojita.

He leído por ahí que esta peli es la nueva Pequeña Miss Sunshine. Sin embargo, a mí me parece que la peli de la pequeña reina de la belleza con barriguilla tenía unos personajes mucho más complejos y, aunque también destilaba un buen rollo casi psicotrópico, los conflictos interiores de los personajes eran mucho más profundes. En fin, era un peli con más fondo y con un guión más elaborado en el que se producía una evolución de los personajes muy interesante.

Tengo que irme a la cita con mi psiquiatra gordo así que voy a ir terminando con esto.

Resumiendo: Esta película tiene una fantástica protagonista, unos diálogos con un dinamismo y una viveza encomiables pero, para este adolescente del mundo real, le falta profundidad.
Juno (2007)
Dirección: Jason Reitman
Guión: Diablo Cody
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