El domingo estaba un poco triste porque mi amigo, el guaperas, se ha largado a Inglaterra dos meses, con lo cual mi reducido círculo de amistades ya llega a un nivel de ridiculez preocupante. Me habría encantado largarme con él, dejar a las Chicas de oro y mi absurdo trabajo paranormal. Pero resulta que mi padre es inglés y yo tengo familia, claro, por esos lares lo que me deja sin coartada para apuntarme a uno de esos estupendos cursos de verano en el extranjero en los que no haces otra cosa aparte de ligar (según mi amigo el guaperas, claro). Por cierto, mi familia inglesa es realmente excéntrica. Sólo les he visto 4 ó 5 veces en toda mi vida porque, desde que mi padre se largó, digamos que las relaciones se han enfriado, pero es gente muy pero que muy peculiar (son un poco "Little Britain", vamos).
El caso es que mi madre da por hecho que yo llevo el idioma inglés en la sangre y no está dispuesta a mandarme de excursión un par de meses. Total, que estaba yo fastidiado, así como pocho, con este tema y decidí irme a la filmo a ver, precisamente, una peli inglesa que versaba, entre otras muchas cosas, sobre el carácter británico (del que se supone que yo habré heredado un tanto por ciento aún por determinar).
En la filmo nunca me siento solo, porque está lleno de gente solitaria. Eché un vistazo rápido y me dirigí a la fila 8. Quedaba un asiento libre al lado de una señora que rondaba los 100 años (eso siendo benévolo). Los pies diminutos le colgaban (no le llegaban al suelo, vamos) y a los 5 minutos de película ya estaba roncando como una campeona. No me atreví a darle un codazo por si la desmontaba. Además, el hecho de oírla roncar me garantizaba que seguía con vida, porque lo de tener un fiambre al lado me atraía aún menos (aunque sí es cierto que los cadáveres, al menos, suelen ser silenciosos).
Siempre es interesante revisar la filmografía de David Lean. Quizás mi favorita es “La hija de Ryan”. Sí, ya sé que “Lawrence de Arabia” o “Doctor Zhivago” son la leche, pero a mí me encanta “La hija de Ryan”. En cuanto a “Pasaje a la India” (1984), última peli de Lean, debo decir que disfruté durante los 163 minutos de metraje.
Sinopsis va sinopsis viene: Una joven inglesa, Adela Quested, viaja a la India para ver a su prometido, que es Juez de Paz en la ciudad de Chandrapore, acompañada por la madre de éste, la encantadora Sra. Moore. Ambas se sienten incómodas (pelín “embarrassed”, como diría mi amiga-jefa Maggie) con el comportamiento de los ingleses que viven en la India (se comportan como si fueran los más populares del instituto y no quisieran mezclarse con los que no molan. En este caso los indios, claro). Adela y su futura suegra desean conocer la India real, no la India del club de campo británico. Por esta razón, entablan amistad con un médico indio, Aziz, quien las llevará a visitar las cuevas de Marabar. Durante esta excursión se producirán los hechos que dan un giro inesperado a la trama y que no voy a desvelar porque yo no soy de esos que espachurran las pelis como blandiblue arrojado contra la pared.

Algunos critican la labor como guionista de Lean, pero a mí me parecen muy acertados algunos de los cambios que hizo respecto a la novela homónima de E.M. Forster. Por ejemplo, introducir el elemento sexual en el personaje de Adela Quested. Me parece interesante el despertar de la sexualidad, del instinto de una mujer británica cuya cultura de contención es todo lo contrario a lo carnal y a lo pasional. Lean introduce en ella una inquietud, una fascinación hacia lo desconocido (la pobre, se encuentra en la esfera del sexo imaginario como yo), hacia lo salvaje, por decirlo de algún modo (así se explica la secuencia en que ella se adentra en bici por un sendero en el que encuentra unas esculturas erótico-festivas y luego casi es atacada por unos monos. Todo muy simbólico, ¿no?) . La India despierta en ella el deseo y se convierte en un ser mucho más cercano de lo que cabría esperar en una señorita inglesa de su posición y así, se otorga más profundidad al personaje, y además, resulta más creíble lo que acontecerá durante la película.
El personaje de Adela me recuerda a la Lucy Honeychurch de “Una habitación con vistas” (también de E.M. Forster). Ese personaje se deja llevar por la pasión en Florencia mientras la represión británica (encarnada en la estupenda Maggie Smith) la persigue como el olor a ajo.
Para el personaje femenino protagonista, Adela Quested, se trata de un viaje iniciático en el que descubrirá el deseo y, de algún modo, perderá la inocencia. Se produce pues un cambio en ella a raíz de este viaje y ya no volverá a ser la misma. De hecho, es un viaje que dejará secuelas en todos los personajes principales ya que todos, en mayor o menor grado, sufrirán un cambio en sus vidas después de los acontecimientos que se producen durante la estancia de Adela en la India.

Quizás sea una estupidez mía pero creo que los personajes principales británicos tienen su equivalente en el abanico de personajes indios. Así pues, por ejemplo, Mrs Moore es el personaje místico, es la sabiduría, la sensatez, la intuición, la religiosidad y su equivalente indio es el profesor Godbole (interpretado por Alec Guinness) pues éste es el personaje que también encarna la sabiduría, la calma y la reflexión. Casi cada frase de este personaje es un aforismo. Son de agradecer los sutiles toques cómicos que se introducen en ciertas partes del diálogo pues descargan la contención de los personajes y nos acercan más a ellos. Debo añadir que, aparte de mi compañera de butaca (la bella durmiente de 100 años), al público de la filmo le encantó este personaje y su sutil humor lleno de profundidad.
Siguiendo con los personajes, creo que hay que destacar las presentaciones de los mismos y los encuentros, cómo se conocen entre ellos. Son encuentros llenos de significado y con los que se jugará a lo largo del film. Así pues, los elementos que se introducen o lo que se dice en los diálogos se utiliza a lo largo de la película y tiene una continuidad y utilidad. No sé si me explico, pero el caso es que en las buenas pelis, nada es porque sí, nada es baladí. Si aparece un elemento o se dice algo en un diálogo es porque luego se jugará con eso. Vamos que si se tira un pañuelo es para que alguien lo recoja, hay una intencionalidad, todo está pensado. Por ejemplo, el gemelo del cuello que el Dr. Aziz le presta a Richard Fielding en la secuencia en que se conocen servirá para mostrarnos cómo es el personaje (su disposición, su carácter solícito y atento), a la vez, que la proximidad y el modo de ser de R. Fielding (pues se viste delante de Aziz sin conocerle). Más adelante el mismo objeto servirá para mostrar cómo es la mentalidad británica pues el prometido de Adela, Ronny Heaslop, se fijará en que el Dr. Aziz no lleva el gemelo y lo criticará por ello.
Otro encuentro memorable es el de Mrs Moore y el Dr. Aziz. Una secuencia bella y, a la vez, llena de simbolismo y significado. Ambos se conocen en una mezquita, destacando el carácter religioso y místico de ambos, y desde allí contemplan el Ganges. Él comenta que alguna vez ha visto un cadáver flotando pero que es algo raro porque se los comen los cocodrilos. La secuencia termina con un plano del agua, algo se mueve, probablemente un cocodrilo devorando un cuerpo. Como ya se nos deja intuir, la Sra. Moore realizará su último viaje y su cuerpo irá a parar al agua (casi al final del film). ¿Es una intriga de predestinación? Y yo qué sé, ¡sólo soy un pobre adolescente!

Lo que me gusta de esta peli y, en general, de las buenas pelis es que están repletas de significado. El agua, por ejemplo, es un elemento que fluye durante todo el film, como un hilo conductor que aparece como purificación. Otro elemento que aparece de forma reiterada es la muerte. Está muy presente en el film al igual que está muy presente en la India. Nada más llegar a la India, Adela se sorprende al ver un cadáver en la calle. La cultura inglesa choca también con la india en el tratamiento de la muerte, el carácter británico es esconder, es callar, mientras que el carácter indio saca a la calle la muerte, grita y explota en colores y en olores.
Bueno, voy a dejar ya de divagar sobre esta peli. Creo que me estoy poniendo pesadito y eso es lo peor que puede ser un tipo feúcho como yo.
He visto varias de las adaptaciones de las obras de E.M. Forster en cine, la mayoría del bueno de Ivory, claro, y es un cine que me gusta (será por los genes británicos o porque llevo dentro a una pequeña Mrs Moore). “Maurice”, por ejemplo, siempre me ha parecido un film interesante y con una atmósfera muy particular.
Sin embargo, “Pasaje a la India” es mucho más que un retrato costumbrista, es una muestra de buen hacer. La música (de Maurice Jarre) es preciosa (aunque, en mi absurda opinión, tiene poca presencia), la fotografía es excelente, el guión es bueno, al igual que la interpretación, pero lo importante es que todo se une para conseguir una obra redonda, bella y sólida. Sin disonancias, ni estridencias.
Cuando se acabaron los créditos decidí despertar a la bella durmiente. La verdad es que, por suerte, a los 10 minutos había dejado de oír sus ronquidos porque yo ya me encontraba muy lejos de la filmo, en un lugar llamado Chandrapore con Adela y Mrs Moore, así que no la desperté para fastidiarla. No sé, me pareció lo correcto. Pensé que igual había quedado para tomar el té con sus amigas y no era plan de dejarla durmiendo. Se despertó fresca como una rosa y me dijo: “Una buena película, hijo” y yo asentí, porque pensé que con eso ya estaba todo dicho. Entonces la ayudé a ponerse en pie y salimos juntos de la sala, contentos con lo que habíamos visto.
Pasaje a la India (1984)
Dirección: David Lean
Guión: David Lean