
Ayer estuve en la filmo. Salí cabizbajo de mi “Enigma” (la tienda esotérica en la que curro, mi vida es un chiste) particular y me metí en la Sala Azul, la que tiene estrellas en el techo. Estaba mustio debido a la tortura psicológica a la que sigue sometiéndome mi amiga agorafóbica que ha decidido, de forma unilateral, darle a la tecla "pausa" en nuestra relación. En fin, pensé que en la filmo me sentiría mejor, menos solo. No sé, allí nunca me siento solo, porque me da la sensación de que todos los que estamos ahí formamos un tipo gigante, pelín excéntrico y muy pero que muy solitario. No vi a la señora de 100 años (a la que no le llegan los pies al suelo cuando se sienta) y, al tomar posición en una de las butacas centrales que quedaban vacías de la fila 8, creí que iba a poder “disfrutar” de un film de Haneke sin ronquidos.
Justo antes de empezar la peli entraron dos señores muy gordos con un bigote muy delgado (no me gustan los tipos con bigote, será que me recuerdan a mi padre) y calvos, que parecían gemelos, y se sentaron a mi lado. Uno a cada lado, puesto que no me dejaron que les cediera mi asiento para que pudieran estar juntos. No sé, la verdad es que tampoco insistí, la peli estaba a punto de empezar, yo no tenía un buen día y me fastidiaba verles tan sonrientes. Parecían sonreír porque sí, como si esa fuera la expresión normal de sus caras. Eso me puso pelín de mal humor porque no soporto ver a gente sonriente cuando yo estoy mustio.
Los créditos de “Caché” me metieron de lleno en el fregado. Como es habitual en Haneke, nada aparece sin una razón, siempre hay un mensaje, e incluso los créditos te están indicando algo. En este caso: posicionan al espectador como espía o voyeur. Un plano fijo de la fachada de una casa, eso es lo que vemos. Sobre esta imagen aparecen los títulos de crédito carentes de ninguna floritura. Así se intenta borrar cualquier atisbo de ficción, simulando una realidad casi documental que, por cierto, es muy habitual en sus films en los que se suele prescindir de músicas extradiegéticas y de otros elementos no inherentes a la narración y que podrían decorar y quitar ese pretendido verismo a lo mostrado.

Aparecen unas rallas en la imagen, como si alguien estuviera rebobinando, como si se tratara de una cinta de video (la cosa está clara). El Sr. Gordo de mi derecha grita a viva voz (discreto como un tenor):
Después de este breve coloquio, ambos se relajan y, de pronto, yo me sorprendo echando de menos, durante unos milisegundos, los ronquidos de la pequeña señora a la que no le llegaban los pies al suelo, pero la nostalgia se evapora (como el sudor de las frentes de los dos luchadores de Sumo que me flanquean) cuando me centro en Juliette Binoche y en Daniel Auteuil. Hablan sobre las cintas que están recibiendo y en seguida se desvanecen los dos tipos gordos con bigotes delgados y aparece con rotundidad una angustia que va in crescendo a lo largo del film, sin tregua, sin concesiones.

Sinopsis va sinopsis viene: Una familia francesa acomodada y culta recibe unas cintas de vídeo acompañadas de unos inquietantes dibujos, alguien les espía. A través de estas cintas, un oscuro capítulo de la infancia del padre de esta familia sale a la luz. Entonces la tranquilidad se desvanece y los cimientos de esta pequeña familia burguesa empiezan a tambalearse.
Crítica al mundo rico, a nosotros
En “Caché” se tratan varios temas importantes, algunos muy recurrentes en la filmografía de Haneke (como el de los medios de comunicación y el tratamiento que se hace en ellos de la violencia), pero el tema central de este film es la culpa. Sin embargo, no es una culpa que sólo afecte al protagonista (un tipo triunfador, con una agradable familia, un buen coche, un programa de televisión sobre literatura. Nada es gratuito: ni que trabaje en televisión ni que sea en un programa cultural), sino que por extensión afecta a toda una sociedad, a nuestro mundo bienestante. Probablemente una culpa extensible a la mayoría de los que vemos el film. El protagonista se ve perseguido por alguien de su pasado a quien él evocó a una vida peor, a la miseria, quizás. El protagonista, ante el reencuentro con este fantasma del pasado, toma la decisión de huir de esta pesadilla. Decide no ver más y se toma unas pastillas para dormir. Lo mismo que hacemos la mayoría de nosotros, cerramos los ojos ante las desgracias que viven otros. Vemos imágenes dantescas en televisión sin que nos parezcan reales, porque es todo lejano y no nos llega de ningún modo, casi no nos parece real. Así, todos somos un poco culpables, como el protagonista de este film.
En una secuencia de la película la pareja discute porque su hijo no ha vuelto a casa y eso nos preocupa, eso sí llega a preocupar al espectador. De fondo, imágenes de muertos en Irak en la televisión, es ruido de fondo que molesta porque empatizamos más con ese pequeño drama familiar cercano que con esa desgracia dantesca y lejana. Lo que aparece en la televisión se convierte en ruido de fondo que no parece ni real, que molesta. Al igual que la desgracia del niño argelino, también es ruido de fondo, lejano y molesto.
No es gratuito que ambos se dediquen al mundo de la literatura, a la cultura, al plano de las ideas. Él tiene un programa de crítica literaria y ella trabaja en una editorial. Así mismo, el salón de su casa (una localización clave en el film) es como una biblioteca. Está claro que son una pareja culta y en la pirámide de Maslow ambos están en la cumbre pero no todo el mundo vive del mismo modo, hay otra realidad y el film se inicia cuando esa otra realidad se cruza en sus vidas. La narración se inicia cuando llega el conflicto, cuando algo extraño (extranjero, disonante, de fuera) irrumpe en sus vidas y hace temblar su tranquilidad, sus veladas de tertulia sobre arte con amigos y un buen vino. El protagonista hará lo que sea para no perder su estable vida familiar, para no perder lo que tiene.
No es casual que la amenaza parezca venir de alguien extranjero. Está clara la lectura que se puede hacer sobre lo amenazada que se siente la sociedad europea ante el que viene de fuera, ante el que es diferente.
En resumen: Me parece una peli interesante de verdad. Es como un mazazo a nuestra conciencia, pero de una forma sutil. Un film que te engancha, te angustia y te tortura. Es un estupendo retrato de una sociedad podridita y mezquina, la nuestra. Así mismo, tengo que destacar la brillantez de los diálogos, su naturalidad, su sencillez y su contundencia. Una estupenda película de esas que te deja algo raro en el estómago, que te remueve por dentro. Por último, es interesante el juego de la doble ficción y esa cámara que siempre observa desde lejos, desde el otro lado de la calle, al acecho, pero sin ser vista. Brillante.

Caché (2005)
Dirección: Michael Haneke
Guión: Michael Haneke