
Me como un pastel de cumpleaños mientras alguien chapotea en un charco a lo Gene Kelly
Este curso sólo voy un día al psiquiatra. Mi madre dice que no está el horno para bollos, lo cual es pelín desconcertante porque me lo echa en cara como si yo tuviera algún interés en ir. ¡Ella es la que cree que tengo un puñetero trauma por haberme convertido en un adolescente feúcho y vulgar después de haber sido un niño prodigio! Total, mañana me toca consulta y me fastidia mucho porque es mi cumpleaños. La verdad, no me parece justo tener que pasar 45 minutos con un gordo calvo el día de mi cumpleaños. No sé, es un plan verdaderamente patético. ¡Cumplo un año más pero mi vida sigue siendo igual de lamentable! En fin, tendré 17 años pero nada habrá cambiado, ¡ni siquiera mi puñetero acné! A veces me gustaría poder meterme en el cuerpo de otro, ser otro tipo (a poder ser un vigoréxico de esos que les gustan a las chicas). Eso sería genial porque estoy cansado de mí mismo, mi vida es un chiste. Un chiste de esos que te cuentan un montón de veces y al que no le ves la gracia.
Lo cierto es que hay algo que detesto aun más que los chistes sin gracia y ese algo son los merengues. No me refiero al dulce en sí, que tampoco me entusiasma, sino a las pelis sensibleras y blandengues.

Yo creo que una norma básica del cine y de cualquier expresión artística debería ser: NUNCA PERO NUNCA HACER UN PASTELÓN. “BELLA” incumple esta norma básica y, si la cursilería fuera un charco, en esta peli se chapotea en el charco de la cursilería de forma ruidosa y con los dos pies (en plan Gene Kelly, vamos). En esta película se cae en lo sensiblero de un modo espeluznante. Por lo menos hay 20 minutos de lloriqueos (yo soy muy de mirar el reloj de reojo. Me gusta controlar en qué parte del metraje hay un bajón, cuándo empieza a interesarme la peli y cosas así).
El lloriqueo es algo que se desmadra en "Bella" y en cuanto a esto yo tengo mi opinioncilla: No por ver a la gente llorar uno empatiza más con el drama de los personajes. Uno tiene que empatizar porque el guión, la interpretación, etc. nos hayan hecho meternos en la historia e identificarnos con el personaje. En mi absurda opinión, el lloriqueo descontrolado es algo que aleja al espectador o, al menos, a mí me aleja (y de qué forma). Probablemente, las películas que han logrado conmoverme no han tenido torrentes de lágrimas. Lo cierto es que muchas veces una mirada o un solo gesto pueden conmover porque estás metido en la historia y un simple gesto cobra una profundidad escalofriante y un gran dramatismo. El cine del maestro Ozu es para mí un ejemplo de cómo se puede conmover desde la contención.
Por otro lado, el intento de guión fragmentado no lineal me recuerda a la estupenda “21 gramos” donde también hay un guión puzzle en el que van encajando las piezas pertenecientes a un retablo de personajes desolador. Aquí, sin embargo, el efecto queda pelín forzado puesto que el guión es tan simple que se nota que la estructura no lineal es un artificio para dar empaque. Por otro lado, el juego con flashbacks resta tensión dramática ya que en ciertos momentos desorienta por no ser muy afortunado. Siguiendo con ciertos detalles mal escogidos, en mi absurda opinión, el hecho de que en la primera secuencia el coche que sale sea antiguo te sitúa (de forma equívoca) en una época anterior a la que en realidad se pretende representar. De algún modo, eso muestra poca eficacia narrativa. Los elementos con los que se juega en vez de potenciar la tensión dramática, restan efectividad puesto que desorientan y eso aleja al espectador de lo realmente importante, de la historia.

En cuanto a los personajes, debo decir antes que nada que odio a los tíos guapos, cachas y perfectos. Esto es así. Así pues, el prota (hijo de inmigrantes hispanos en Estados Unidos) ya de primeras me cae mal porque es tan perfecto que me da repelús. Al igual que su perfecta familia que de tan feliz parece que vivan en un puñetero musical. No sé, no me creo a esa familia. Todo tiene un tufillo tan falso y tan conservador que tira de espaldas. La chica americana (el elementos disonante en este musical) viene de una familia desestructurada, no es católica ("pobrecilla, si es que no sabe ni santiguarse", nos vienen a decir en un plano del film) y, claro, su vida es un maldito desastre. Suerte que se cruza en su camino nuestro amigo el guaperas y la salva de la perdición, salvándose a la vez a sí mismo al redimirse de aquello que le atormenta.
En fin, el mensaje es realmente irritante, los personajes son tan poco creíbles que a mí me dan risa y parece que en el rodaje se repartía colirio gratis porque todos escurren la espinaca.

Sin embargo, lo que más me fastidia no es el mensaje o la moralina de la película sino la debilidad del guión. Hay secuencias enteramente eliminables porque no llevan a ninguna parte y no aportan nada a la historia. Así mismo, hay un montón de diálogos e incluso secuencias que sólo funcionan como reiteración. La insistencia en mostrarnos la bondad del prota guaperas, que ya nos queda más que clara en las primeras secuencias del film, sólo es comparable a recibir 200 collejas seguidas.
Está claro que siempre hay un mensaje, siempre hay algo que se nos quiere contar pero cuando este mensaje te lo dan a gritos y luego te lanzan un tartazo de merengue a la cara para ver si te has enterado pues resulta que es posible que la cosa te irrite un pelín. La sutileza, la contención y la selección de lo que hay que contar son puntos clave que se deberían tener siempre presentes. De lo contrario, el espectador puede acabar rebozado en un inmenso pastelón y entonces lo único que le apetece es salir cuanto antes porque, aunque el pastel le ha salpicado por todas partes, en realidad, por dentro ni siquiera le ha rozado.
"BELLA" (2006)
Director: Alejandro Monteverde
Guión: Alejandro Monteverde & Patrick Million