Un colegio francés, "Otra vuelta de tuerca" y una voz "en off" con acento gallego
El domingo por la tarde estaba pelín mohíno y no tenía ganas de aguantar los pellizcos en las mejillas de Las Chicas de Oro así que me fui a la filmo (solo, claro).
No sé si alguna vez he mencionado que soy como un imán para la gente ruidosa en los cines. Si hay alguien incapaz de mantenerse calladito y tranquilo en la butaca de un cine durante un par de horas, ese alguien seguro que se sienta a mi lado. Este axioma, por supuesto, se cumplió en la filmoteca. A mi lado se sentó una pareja con acento gallego, que entre los dos calculo que sumaban 225 años. Él sordo como una tapia, cosa que pude comprobar en más de una ocasión, y ella con vocación de apuntadora-comentarista.
Pues bien, cuando aún faltaban cinco minutos para que empezara la peli, un octogenario, con un extraño tupé que me recordó a una mofeta (llevaba el pelo teñido de un color marrón-rojizo muy raro y en medio del tupé le salían un montón de canas que formaban una especie de autopista hacia el esperpento), se acercó a nuestra fila y mirando al señor gallego (sentado a mi lado) empezó a vociferar:
- ¡Alfonso! ¡Alfonso, amigo! ¿Qué haces por aquí?
El supuesto Alfonso no se enteraba de nada. Seguía cabizbajo intentando acomodarse en la butaca como si se tratara del sofá de su casa, sin conseguirlo. Así que, visto que el abuelo del tupé no se daba por vencido y empezábamos a ser el centro de atención de la filmo, decidí darle un ligero codazo al señor gallego. Eso no le gustó nada, lo noté claramente. Pero, de todos modos, le hice un gesto para que mirara al tipo del tupé quien siguió gritando hasta que el supuesto Alfonso le miró. Entonces el del tupé se dio cuenta de que el supuesto Alfonso no era su amigo Alfonso. Así que, él y su tupé se alejaron y siguieron su camino hacia una de las primeras filas.
Apenas quedaban un par de minutos para que empezara la peli y la mujer gallega tuvo que explicarle (a voz en grito) a su marido todo lo que había ocurrido puesto que ahora el supuesto Alfonso no paraba de gruñir y murmuraba algo así como: ¿Pero qué pasa? ¿Qué quería ese hombre raro?
Para mi absoluto regocijo y alivio, la mujer gallega hizo un breve resumen y su marido dejó de gruñir justo en el momento en que las luces se apagaron y salieron los créditos. No podía creerme la suerte que estaba teniendo puesto que aquella pareja se había quedado en el más absoluto silencio una vez apagadas las luces. Sin embargo, nada más aparecer en la pantalla el plano de un charco, que se abre y se ve a unos niños chapoteando en él, oí una voz “en off” que provenía de mi fila y que decía con acento gallego:
- Ves, siempre te lo digo, en Francia llueve mucho.
Ante el aplastante cumplimiento del axioma y la evidencia de que la cosa iba a ir a peor a medida que avanzara la trama, hice un gran esfuerzo de abstracción para meterme en la peli de tal forma que los comentarios de la apuntadora gallega no pudieran sacarme de aquel colegio francés y su piscina de agua sucia.
“Las Diabólicas” es una película deliciosa que siempre me apetece volver a ver. Es una de esas pelis en las que todo se une para crear algo redondo y perfecto. Una estupenda película de género en la que todos los elementos se vertebran en pro de la trama policíaca y en la que el retrato de los personajes, situaciones, etc., están enfocados a sacar el máximo partido a la trama. Todo tiene su lugar preciso y se huye de una profundización en los personajes que no aportaría nada a la trama, todo lo contrario nos alejaría del mecanismo narrativo principal y, entonces, ya no estaríamos ante un ejemplo estupendo de película de este género. Así pues, todo se supedita a la máxima eficacia de la trama de intriga policíaca y, por ello, quizás los personajes resulten excesivamente estereotipados. Pero es que sólo son piezas de una maquinaria y, por ello, tienen el tamaño justo que les corresponde.
Sinopsis va sinopsis viene:
El director de un colegio aterroriza a su mujer y a su amante (ambas profesoras del colegio). La amante, que es mucho más fuerte y decidida, convence a la mujer para que juntas se libren de su torturador. Así, acaban siendo cómplices en un plan para asesinarle. El crimen debe camuflarse de accidente pero las cosas se tuercen y, claro, no salen como estaban planeadas.
Voy a intentar no destripar la trama de esta estupenda película, pero sí quiero destacar cómo se nos mete de lleno en un conflicto sin darnos explicaciones. Estamos en una situación nada habitual pero todo funciona perfectamente porque los personajes y los diálogos son naturales, se huye del dramatismo, y uno va descubriendo lo que se esconde tras las paredes de ese colegio francés sin explicaciones chirriantes, con hechos. De repente, uno ya se encuentra metido en el fregado y mojado hasta los codos sin necesidad de largas presentaciones.
Clouzot arranca con fuerza y no deja en ningún momento de jugar con nosotros. Pone al espectador al límite, al borde del infarto al igual que a la directora del colegio, la frágil Christina Delasalle.
Algo que también me encanta de este film son las pinceladas pintorescas y ese extraño humor que impregna todo el film y le da una textura muy particular (me vienen a la cabeza las conversaciones en el comedor del colegio o los vecinos de arriba de Nicole Horner, la amante). Así, aparecen personajes secundarios que juegan su papel como piezas implicadas en la trama pero además tienen ese extraño toque especial. Es fantástico cómo se saca punta a todas las situaciones y cómo se resuelven de forma memorable muchas secuencias. Sin olvidar que todo este retablo de personaje tan particular siempre está supeditado a la trama, a la maquinaria que tiene como función principal jugar con los nervios del espectador, agarrarlo y no soltarlo hasta los créditos finales.

Ésta es una de esas películas con un final inesperado. Sin embargo, no es un final sorpresa en el que luego se intenta dar una explicación que chirría y es poco coherente. Lo cierto es que desde el principio del film hemos tenido todos los elementos para entender que lo que descubrimos al final es lo que tiene más lógica y es más coherente. ¿Por qué un personaje que padece del corazón? Sólo hay una razón para que esta pieza del engranaje tenga esta característica. Todo cuadra e incluso es más verosímil con el giro que se nos da en el desenlace del film. En este sentido, este film me recuerda a la novela de Henry James “Otra vuelta de tuerca” puesto que, como lectores, nos dejamos llevar por la historia de fantasmas pero la lectura más coherente ha estado delante de nuestros ojos todo el rato. Así pues, por un lado tenemos un emocionante final inesperado pero, por otro lado, ¿no es la historia que se revela en el desenlace mucho más coherente y creíble que lo que hemos estado presenciando a lo largo del film?
Es encomiable cómo desde un principio el bueno de Clouzot nos mete de lleno en una historia brumosa y retorcida sin explicaciones ni preámbulos vacíos. Si bien es cierto que para un espectador moderno quizás chirríen un pelín las 2 frases explicativas que Simone Signoret dice en la secuencia final. ¡Pero es que hay que recordar que este film es de 1954!

Debo decir que en ningún momento oí la voz "en off" gallega, que doy por hecho que comentó todo la película, puesto que ésta es una de esas pequeñas joyas del cine que te atrapa con la misma rotundidad y decisión con la que Simone Signoret se pasea por la gran pantalla.
De hecho, no fue hasta el momento en que se encendieron las luces cuando empecé a oír de nuevo la molesta voz "en off" con acento gallego y, mientras me alejaba por el pasillo central hacia la puerta, aún pude oír claramente que decía:
- Ves, estas cosas pasan porque en Francia llueve mucho.
“Les Diaboliques” (1954)
Dirección: Henri-Georges Clouzot
Guión: Henri-Georges Clouzot