
Un tipo que finge, ritmos lejanos a modo de flotador y una pelea ante el espejo
No me voy a poner melodramático porque no me va nada ese tono, lo mío es el género tonto (de siempre), pero esta peli me ha hecho recordar cuando a mi madre le dio por beber después de que mi padre se largara de casa. En aquella época (que coincidió también con el paso de Nosfe a la no vida estática), mi madre me arropaba y luego se quedaba hasta las tantas emborrachándose y viendo pelis de su breve y lamentable carrera cinematográfica. Supongo que se sentía muy sola y vacía. La verdad es que suerte tuvo (y tuve, la verdad) de que pronto aparecieran en nuestras vidas Las Chicas de Oro con las que ella volvió a renacer, volvió a la vida. Supongo que en ciertos momentos todo el mundo necesita un flotador al que agarrarse, mi madre se agarró a las Chicas de Oro y os invito a descubrir a qué se agarra el prota de esta peli estupenda llamada “THE VISITOR”.
Sinopsis va sinopsis viene:
"The Visitor" narra la historia de un profesor universitario Walter Vale (Richard Jenkins) que tras la muerte de su esposa cae en un estado de apatía vital, de vacío. Un día tiene que viajar hasta Nueva York para asistir a una conferencia y encuentra a una pareja, un joven sirio y una joven senegalesa, viviendo en su apartamento. Les deja quedarse hasta que encuentren otro sitio y entabla amistad con el chico sirio, Tarek Khalil (Haaz Sleiman), que es un virtuoso del djembé. Este es el planteamiento de “The Visitor”, una conmovedora y hermosa historia que dará un giro cuando el joven Tarek es detenido.

Acerca del prota y su presentación

Lo cierto es que “The Visitor” hubiera funcionado perfectamente con un tipo solitario, tristón (el estereotipo) pero, además, el bueno de Mc Carthy le añade un elemento que a mí me parece brillante. Este personaje es “el que finge”, el tipo que finge escribir un libro, que finge que le importa su trabajo, que finge llevar una vida normal, que finge haber superado lo de su mujer cuando en realidad nada le ancla a la vida. Todo le importa un pimiento porque dentro de él ya sólo queda vacío. De ahí su deseo de llenar el vacío con la música. Su interés en aprender a tocar el piano, como desesperado intento de hallar un flotador que le recuerde lo que era él cuando su mujer (pianista) vivía. Más adelante, en este mismo sentido aparecerá su pasión por el djembé, que llenará su vacío interior. El silencio se llenará de notas, de ritmo, de vida. Este film trata en su vertiente más humanista, pues tiene luego su giro hacia la crítica política, de la resurrección del prota al contacto con una pareja de emigrantes sin papeles. Este tema, “el que finge”, me parece que está muy poco tratado en el cine en general y, en cambio, para mí es fascinante y creo que nos retrata muy bien, quizás no a todos pero sí a muchos. Yo muchas veces me siento como un “ya muerto”, muchas veces me sorprendo muy lejos de la realidad, tras mi escudo, en un lugar en el que es imposible que nada me toque ni me afecte. ¿Cuántos de nosotros no somos en realidad como este personaje, como “el que finge”? Suelto esta pregunta retórica al aire y cambio de tema.

El punto de giro
Como ya he comentado, este film parece que nos quiere contar el renacimiento, la vuelta a la vida de un ser alienado a través del contacto con el otro pero acaba dando un giro hacia la crítica política. Cuando la amistad entre ambos personajes se consolida tras tocar juntos en un parque llega el momento del punto de giro y entonces la historia cobra tintes de cine político, pues el joven sirio es detenido en el metro por no tener papeles. Así, el film se convierte en una crítica sobre el mundo post 11-S. Será en esta parte del film cuando entrará en escena la madre del joven sirio. Quizás a alguien le llamará la atención que se introduzca un personaje con tanto peso ya estando la cinta tan avanzada pero lo cierto es que no es un personaje que aparezca de la nada. Se nos ha estado hablando de este personaje desde la secuencia en que la pareja y el prota cenan juntos. Así pues, Mouna Khali (madre del joven sirio), personaje encarnado por la maravillosa Hiam Abbass, introducirá una subtrama de amor no-nato bellísima que se irá intercalando con la trama política principal.

Los actores están en tal estado de gracia (no en vano el director de este film es también actor), con unas interpretaciones comedidas y exactas, que cualquier gesto y mirada nos hace entender mucho más de lo que dicen los propios diálogos. Puesto que este film es una maravillosa muestra de austeridad y economía expresiva, de cómo menos es más y, por ello, el diálogo es sólo otra pieza del puzzle. Como hiciera el maestro Ozu, Mc Carthy huye del efectismo y del dramón lacrimógeno y convierte a sus personajes en seres contenidos que intentan ocultar sus emociones y que fingen mantenerse a flote incluso cuando ya se han ahogado.
Esta historia, que podría ser un merengón indigesto, se convierte en las manos de Tom Mc Carthy en una receta perfecta con la proporción justa de cada ingrediente. Este director que ya me llamó la atención con su “Station Agent” (Vías Cruzadas), donde ya se intuyan la serenidad y austeridad en la puesta en escena, esas gotitas de humor sobre el drama y un poderoso elemento metafórico (los trenes), en este film sigue con las mismas pautas pero con un guión más sólido y en esta ocasión, claro, la música se convertirá en el elemento metafórico.
Como en todo buen guión, los elementos no aparecen por sorpresa. Así pues, toda la información se nos ha ido adelantando. Así, sabemos que la conversación sobre los musicales nos llevará a algo más adelante al igual que sabemos que la conversación sobre tocar en el metro no acabará en saco roto.
En este mismo sentido, la secuencia de Walter con el estudiante, en la que él se muestra totalmente frío y nada receptivo a los problemas del estudiante, tiene su correspondiente cierre en la secuencia en que Walter se enfrenta a esos 2 guardas deshumanizados que se escudan detrás de un cristal. De algún modo, el protagonista se está enfrentando a sí mismo, a ese profesor alienado al que nada le importaba. Pero él ha vuelto a la vida, él ha renacido y se enfrenta a esa alienación ante un cristal que es un espejo.

Así mismo, sabemos que la confesión que Walter le hace a Mouna tendrá su quid pro quo y que cuando llegue esta confesión de Mouna se cerrará la trama principal de la única forma posible. No voy a hablar del final para no ser spoiler aunque ésta es una de esas pelis en las que da un poco igual saber el argumento porque lo importante es cómo se nos cuenta la historia.
Algún pero: Quizás resulten previsibles los puntos de giro. El espectador intuye que tras tocar en el parque va a pasar algo que moverá la balanza hacia el otro lado. Al igual que después de la hermosa velada que pasan Walter y Mouna intuimos que va a haber otro punto de giro que nos lleve al único desenlace posible. Porque la realidad siempre tiene que hacerse paso. También chirría un pelín, por resultar demasiado explicativo, el personaje del vecino homosexual con el perrito.
En fin, dejo ya de enrollarme porque el flotador de mi madre (Las Chicas de Oro) me llaman para cenar. Sólo añadiré que es una película estupenda en la que todo lo que se nos cuenta tiene un porqué y nada es gratuito ni caprichoso. En mi absurda opinión, es una pequeña joya, de esas que te ayudan a mantenerte a flote.
THE VISITOR (2007)
Dirección: Tom McCarthy
Guión: Tom McCarthy