24 febrero, 2010

Las preguntillas de Nosfe (EPD, si puede)

Hoy Nosfe (EPD) está más siniestro de lo normal y dice que todo está vacío (sobre todo, su cuerpecillo). El bueno de Nosfe cree que el mundo es una gran rosquilla y que todos damos vueltas en el agujero de esa rosquilla. Sí, este gato es la alegría de la huerta. ¡Como si yo no tuviera bastante con mis movidas y mi acné!

Algunas pelis rosquilla, según Nosfe:
"My Blueberry Nights" o "Mapa de los sonidos de Tokio". Películas con una estética cuidada y con algún momento incluso hipnótico, pero tan vacías como una rosquilla, ¿o no? ¿Qué opinas?
Te suplico (sí, estoy más desesperado de lo habitual) que te sientes en el sofá azul junto a NOSFE y le cuentes al oído
qué película te ha parecido más vacía que una rosquilla.

19 febrero, 2010

Panchitos y galletitas (LIV)

A ver quién es el precog que emula a nuestra querida Miss Marple y pone esta cara (difícil de definir) al adivinar la peli que se esconde tras las pistillas chorras.
¡LANZAMIENTO DE PISTAS A DISCRECIÓN!
¡Eh, señor, meta barriga! ¡No hay pista que supere ese placaje!
PISTAS:
1- Vivo con una chica que está pelín obsesionada con su trabajo.
2- Tengo una profesión peculiar y muy poco valorada.
3- El director de este film coescribió y dirigió en 2009 una estupenda peli protagonizada por un actor cuyo nombre suena a discográfica.
¡Enhorabuena, precog SCOTTY!
Sí, la peli que se escondía, hecha un ovillito, tras las 3 pistillas chorras era "Being John Malkovich" (1999) dirigida por Spike Jonze, quien el año pasado nos regaló la estupenda "Where the wild things are".
"Being John Malkovich" tiene, en mi absurda opinión, dos ingredientes de máximo interés: un guión de mi admiradísimo Charlie Kaufman y la interpretación de la siempre creíble y guapísima Catherine Keener.
Precog Scotty: ¿Hueles las galletitas recién horneadas? No tardes, Nosfe ya no está para trasnochar.

12 febrero, 2010

LA CINTA BLANCA (pelín "spoiler")

Agujeros, puertas cerradas y la sombra del hombre de arena
Ahora que he terminado los exámenes por fin puedo sentarme a mis anchas en el sofá azul (con los pies encima del lomo de Nosfe, es muy cómodo) y refugiarme de ese mundo real fétido que me apabulla. ¡La realidad me quita tantísimo tiempo!
Hace ya casi un mes me fui con Maggie al cine. Sí, currando en su tienda esotérica nos hemos hecho buenos amigos. Ambos somos grandes admiradores de Haneke y, además, los dos tenemos el corazón pisoteado, aunque es cierto que ella tiene una vida espiritual que le impide sentirse tan lamentable como me siento yo. Ir con Maggie al cine es pelín desconcertante porque siempre me da la sensación de que hemos visto películas distintas. En esta ocasión, si cabe, la sensación ha sido aun más aplastante y es que en este film de Haneke hay tantos agujeros que el espectador debe rellenarlos sin parar para no caerse al vacío y se ve que Maggie tiene más miedo al vacío ("horror vacui", creo que lo llaman) que yo porque rellenó todos los fuera de campo hasta los topes.

Haneke da un papel muy importante al espectador, quien debe tapar las grietas que desmembran este relato en el que el fuera de campo (tanto visual como narrativo) es protagonista indiscutible.

En fin, aunque Casetti me daría de collejas hasta la muerte por atreverme a comentar una película con un único visionado, me voy a lanzar a diseccionar (un pelín, que no tengo el cuerpo para vísceras y, al fin y al cabo, sólo soy un tipo con granos) este misterioso e inquietante film que es un inmenso Emmental en cuyos agujeros da mucho miedo mirar.

Los arranques (cinematográficos) de Haneke

Sinopsis va sinopsis viene: En un pueblo protestante del norte de Alemania (1913 – 1914, vísperas de la I Guerra Mundial), empiezan a ocurrir sucesos  pelín siniestros que alteran la cotidianidad del idílico, en apariencia, lugar en el que descubriremos que hay mucha porquería escondida debajo de la alfombra.


“Ignoro si la historia que os quiero contar es enteramente verídica, la conozco parcialmente de oídas. Incluso después de tantos años aún permanecen numerosos misterios y quedan muchas preguntas sin respuesta. Pero creo que debo contar los hechos extraños que se produjeron en nuestro pueblo porque quizás podrían iluminar ciertos procesos acontecidos en este país…”

Oímos que dice la voz en off a la vez que la pantalla se ilumina (desde el negro), despacio, como quien se adentra en un recuerdo muy lejano o en una ensoñación, hasta que vemos un prado por el que cabalga un jinete (imagen bucólica donde las haya), pero recordemos que es un film de Haneke. Así que el caballo tropieza y cae al suelo. Cómo no, la imagen bucólica se ha pervertido y mutado en algo doloroso, chocante y, de este modo, se inicia un film sobrecogedor y sombrío como pocos, de esos que te clavan alfileres en el alma (los que hayan comprado una en las rebajas, cuando fui yo ya no quedaban).

Con este arranque, Haneke pone las cartas sobre la mesa o mejor sobre el tapete (qué palabra tan simpática, perdón por la tonto-digresión) y nos dice de qué va el juego. Nos da el código de lectura, los arranques e incluso los créditos de Haneke suelen tener este componente, suelen darnos pistas para la interpretación, para la decodificación del mensaje. No se trata de un whodunnit, no vamos a poder resolver la multitud de misterios que se abrirán ante nosotros puesto que el narrador sólo conoce parcialmente de oídas los hechos. Estamos ante una propuesta mucho más compleja en la que no aparecerá Miss Marple al final desvelando los enigmas, cuyas claves Agatha solía escamotear, sino que el espectador tendrá que rellenar los huecos, los agujeros que conforman un relato en el que lo trascendental siempre queda fuera de campo, siempre se nos escamotea, es sólo una sombra que se cierne sobre cada plano como esa guerra que se avecina, galopando desde el fondo del encuadre. El film está lleno de imágenes que son más por lo que se nos sugiere que por lo que muestran (como el momento en que el hijo menor del doctor descubre a su hermana y a su padre). Este film está salpicado de breves momentos de horror, que sugieren lo que ha sucedido o lo que va a suceder.

Con el accidente del jinete (personaje siniestro el del doctor donde los haya) se abre el primer misterio de una historia contada por un narrador que está a la vez dentro de la diégesis, como profesor joven, y en el exterior como voz en off que cuenta desde el presente y nos mete en un flashback lleno de agujeros y en una narración cuya continuidad ya se nos plantea como imposible desde la advertencia inicial sobre el conocimiento “parcialmente de oídas” de muchos de los sucesos. Así pues, el narrador entrará y saldrá de una historia en la que se nos escamotea a nosotros la información más trascendental y en la que el espectador no puede dejar de rellenar los huecos pues Haneke juega con las expectativas de conocimiento y resolución que genera cualquier relato y, a la vez, con la incapacidad de poder mostrar la verdad de lo acontecido y las claves pues el propio maestro en su búsqueda de respuestas se da de bruces, como nosotros, contra las puertas cerradas y los muros. En cierto modo, el personaje del maestro tendrá a su vez una lectura metafórica en tanto que se erige como buscador de la verdad y toda su investigación quedará eclipsada por la llegada de la primera guerra mundial. Es decir, lo atroz, lo secreto volverá a meterse bajo la alfombra (donde os tengo dicho que nunca hay que mirar). El fuera de campo es pues en este film no sólo visual sino que también forma parte de la propia esencia narrativa.

Todo es sugerido, la evidencia no tiene cabida en un film que nos angustia a través de nuestra propia capacidad de rellenar lo que ocurre detrás de las puertas cerradas.


El distanciamiento brechtiano

En este film Haneke huye de la época actual y nos hace viajar gracias a la fotografía en blanco y negro (excelente el trabajo "a la luz de las velas" de Christian Berger), la utilización de la mencionada voz en off y la magistral utilización del fuera de campo (y, cómo no, del no uso de música extradiegética) a un pueblo lejano (no sólo en lo geográfico, sino abiertamente “alejado” del espectador) y frío que invita a la reflexión y que sirve como metáfora para un mensaje que nada tiene de temporal ni de local. Tal como menciona Haneke, el momento y el lugar que muestra el film funciona sólo como metáfora. Sería simplista pensar que el poso amargo de este film es sólo aplicable a un momento histórico muy concreto y a un lugar. Está claro que, aunque la tesis es discutible, el mismo caldo de cultivo puede encontrarse en el momento actual y en cualquier lugar en el que una ideología se convierta en algo institucionalizado.

Justamente la idónea elección del modo de narrar esta historia, es decir, la utilización de elementos que potencien el distanciamiento y la huída de cualquier sentimentalismo convierten a esta obra en algo grande, atemporal, misterioso y muy pero que muy turbio.

Tal como dice el amigo Haneke, “me gusta mucho el blanco y negro, y no quise dejar pasar la oportunidad. También me permitía, al igual que la utilización de un narrador, crear cierto distanciamiento. Lo importante es encontrar una representación adecuada para el tema”. Pues conseguido, maestro, eso es así.

La mano derecha de Dios
Una sociedad enferma
Según Haneke, el objetivo del film era “presentar a un grupo de niños a los cuales se inculcan valores considerados como absolutos y la manera en la cual interiorizan estas ideas. Si se considera como absoluto un principio un ideal ya sea político o religioso, se vuelve inhumano y conduce al terrorismo. Había previsto como otro título “La mano derecha de Dios”, ya que los niños de la película aplican exactamente estos ideales y castigan a los que no los comparten totalmente. Por otra parte, la película no trata sólo del fascismo, lo que sería una interpretación demasiado fácil puesto que el relato está ambientado en Alemania, sino sobre un modelo y el problema universal del ideal pervertido”.
Cabe destacar, como curiosidad, que bajo el título "Das Weisse Band" podemos leer  “Eine Deutsche Kindergeschichte” ("Una historia de niños alemanes" o "Un cuento infantil alemán", no sé cuál es la traducción más afortunada) en letra cursiva Sütterlin, que es la grafía que se enseñaba en la escuela en esa época. Yo tuve que fijarme porque la plasta de Maggie me daba codazos y me preguntaba "qué pone, qué pone" y odio que la gente me hable en el cine, lo odio. En fin, sólo lo destaco para mostrar algo evidente: este tipo con barba no da puntada sin hilo. Todo tiene un porqué y está muy meditado.
El pastor les dice  a sus hijos mayores: "De pequeños, vuestra madre a veces os ataba una cinta al brazo o en el pelo. El color blanco debía recordaros, después de cometer una falta, la inocencia y la pureza. Yo creía que a vuestra edad, la virtud y la rectitud habrían llenado vuestros corazones, lo suficiente para dispensaros de estos recordatorios. Pero estaba equivocado. Mañana, después de que os purifiquéis mediante el castigo, vuestra madre os atará una cinta blanca que llevaréis hasta que vuestro comportamiento nos permita volver a confiar en vosotros".
La violencia, en pequeñas dosis, y el autoritarismo patriarcal (luego hablaremos de la figura del padre, que no tiene desperdicio) transformarán lo inocente en monstruoso y los niños se convertirán en la siniestra mano derecha de Dios, la que castiga a un niño con síndrome de Down por ser hijo del pecado y la que en el futuro sustituirá la cinta blanca del brazo por una banda de la S.S. o una esvástica. Esa es la tesis, mostrarnos un lugar simbólico en el que las pequeñas atrocidades que se esconden debajo de la alfombra llevarán a una gran catástrofe de crueldad inimaginable. Esos niños con la lección aprendida que no toleran el pecado, a los que se castra (luego hablaré del padre castrador) la libertad y se les ata para que no se masturben acabarán, en el futuro, exterminando al diferente, al débil, al otro.
Lo pavoroso, mejor fuera de campo

Los encuadre de Haneke

No ver lo atroz, no lo hace menos terrible. Haneke juega con nuestra capacidad para rellenar los huecos, los agujeros que inundan este relato y, así, nos deja angustiados ante una puerta cerrada, tras la cual están azotando a unos niños. Recordar que en la secuencia siguiente escucharemos a la cándida Eva (sobre la que planea la sombra del abuso, recordemos su miedo a quedarse sola con el administrador o incluso con el maestro) preguntar, tras lo sucedido al hijo del barón, quién sería capaz de pegar a un niño. Pues bien, para empezar acabamos de ser testigos, tras la puerta cerrada, del ejemplar pastor azotando a sus hijos.

Como si se tratara de un coleccionista de mariposas, Haneke clava a los actores en el punto que le interesa y la mordacidad y la rigidez de los encuadres dan casi miedo. Antonioni, por ejemplo, era también un gran creador de encuadres, con una composición cuidadísima. Sin embargo, Haneke disecciona el encuadre y pone en el lugar más molesto a los personajes que revolotean agónicos hasta quedar clavados en el lugar preciso, el más sombrío.

En mi absurda opinión, hay una secuencia especialmente magistral y es en la que se muestra cómo limpian el cadáver de la esposa del campesino (el de la mirada dispersa). En plano fijo, con un muro situado en primer término del encuadro que cubre toda la parte superior del cuerpo de la mujer. Sólo vemos las piernas y el pubis (mientras la limpian), luego sale la mujer que la limpiaba y entra en cuadro el marido que se sitúa detrás de la pared. El retrato de la muerte es así mucho más terrible. Es simplemente un cuerpo, un cuerpo desnudo. Ni siquiera eso, sólo un pubis y unas piernas. Algo desmembrado, sin cabeza. El cine no huele pero esa secuencia apesta más a muerte, a moscas y a cuerpo putrefacto que cualquier otra que haya visto.
También es perturbador el tratamiento, en ciertos casos el no tratamiento, de los rostros. Como, por ejemplo, ante el hallazgo del cuerpo del campesino, Haneke no nos muestra el rostro del joven. Todo está medido para contener la máxima dosis de perversión, de desasosiego. Por supuesto, las risillas infantiles que redondearán esa secuencia no tienen desperdicio.

El doble juego con el fuera de campo
El fuera de campo es protagonista en este film y Haneke juega con la visibilidad de lo invisible, de lo oculto. Nos deja delante de una puerta cerrada o delante de un muro y eso cuando el fuera de campo es visual porque el segundo nivel del juego con el fuera de campo está en lo narrativo pues lo trascendente nunca ocurre dentro del encuadre y, por la propia esencia del relato, no se nos pueden mostrar las claves. Es, por definición, un guión mutilado con maestría, sólo encontramos rastros de lo que fue un cuerpo, sólo sombras que planean por cada uno de los planos del film, que tienen siempre una segunda y ominosa lectura.
Las sombras, la oscuridad, el claroscuro y la ocultación no son sólo recursos estéticos. El fuera de campo es una constante porque Haneke juega continuamente a esconder y, así, forma y contenido se unen subrayando el discurso.
En cuanto a los enigmas que deja abiertos el relato, sólo citaré a su propio autor pues creo que cada uno debe rellenar esos huecos. “No hay nada que explicar. Mi principio siempre ha sido hacer preguntas, presentar situaciones muy precisas y contar una historia para que el espectador pueda buscar las respuestas por sí solo. En mi opinión, lo contrario es contraproducente. Los espectadores no son compañeros de trabajo del director. Me esfuerzo mucho para obtener este resultado. Me parece que el arte debe hacer preguntas y no avanzar respuestas que siempre me parecen sospechosas, incluso peligrosas”.

Debajo de la alfombra del salón
Los ideales pervertidos

En el film lo bucólico y lo infantil como paradigmas de lo inocente y lo bello se pervierten dando paso a lo sombrío y turbio. Así pues, un bucólico pueblecito alemán se convierte en escenario de horribles sucesos. En la Alemania que se nos muestra en el film, principios de siglo XX, se respira una falsa inocencia en el ambiente sobre la que caerá la mordaz mirada de Haneke desde el arranque del film. Así, pronto descubriremos que el aire está muy pero que muy enrarecido.
En "La cinta blanca" el MAL encuentra una explicación. Los niños son el fruto podrido de un Sistema. Sin embargo, creo que es complicado delimitar el germen de lo maligno. Probablemente esté dentro de nosotros un mal atávico, destructor e innato que escapa a explicaciones.
La pérdida de la inocencia

Durante una conversación con su hermana, Rudy, el hijo del doctor, descubrirá con enfado que su madre ha muerto y que le han estado engañando. Tirará un plato al suelo al darse cuenta de que todo está lleno de mentiras y no llorará por la muerte de su madre, pues todavía no comprende la magnitud del término, sino que se enfadará ante la mentira (de nuevo, la alfombra bajo la que se esconde todo). También descubrirá entre sombras que por las noches su padre juega con su hermana. Un mundo turbio se abre ante sus ojos y nosotros paseamos por la oscuridad junto a él y somos testigos de cómo la inocencia se pervierte y se llena de mentiras y de sombras. En esa secuencia del doctor con su hija, no vemos nada pero no por ello resulta menos hiriente, más bien todo lo contrario.

Haneke, el realista

Haneke se define como un director realista que, claro, no tiene más remedio que mostrar el lado oscuro del ser humano. Por ello, por esa búsqueda de una carga de verismo, de realidad, quizás hay ciertos personajes abiertamente amables que descargan falsamente el film. Véase a la dulce Eva, el propio maestro (con quien empatiza el espectador), los hijos del doctor y el hijo pequeño del pastor. Estos personajes nos dejan respirar para que luego la colleja nos duela más. Por ello, hablaba de que descargan falsamente el film puesto que potencian a los otros personajes. Los malos de este film no son de cartón piedra, son poliédricos y, por ello, verosímiles y aterradores. Recordemos que incluso el personaje más impío (cómo no, el doctor) tiene una hermosa relación con su hijo pequeño y ese detalle le hace más creíble, le da profundidad.



El rostro siniestro de lo familiar
Eso sí, a puerta cerrada

De nuevo y quizás de forma más demoledora que nunca, aparece en escena el concepto de "lo extraño inquietante" que Freud desarrolla en su artículo de 1919 y del que he hablado muchas veces porque me fascina (al igual que los tapetes). 
Antes que Freud, Schelling, el filósofo alemán del romanticismo, define la noción de "extrañeza inquietante" (en alemán unheimlich) como "lo que debía de haber quedado oculto, secreto, pero que se ha manifestado". 

Es curioso (y siniestro) ver que "unheimlich" es el antónimo de "heimlich" (evidente, sí) y que, a su vez, el término "heimlich" (que remite al hogar, a casa) no tiene un sentido único sino que designa algo que es familiar, íntimo, amable; y en un segundo sentido, sin embargo, define algo más que lo íntimo: lo secreto, lo oculto, lo impenetrable. Como se puede ver, este tema viene muy a cuento.

Schelling (como ya he comentado alguna otra vez, soy un plasta) habla de "unheimlich" como de algo que muestra la otra cara de lo familiar, de lo amable, volviendo estas vivencias siniestras, inquietantes, sobrecogedoras.
Lo paradójico consiste en que la fuente de pavor no es lo extraño en su oposición inmediata a lo familiar, sino que lo que antes era familiar, emerge bajo un aspecto amenazante, siniestro y que, a su vez, refiere algo conocido desde siempre que ha estado en la sombra.
En el film es evidente que lo pavoroso queda fuera de campo, se nos cierra la puerta y con ello el horror es todavía más insoportable pues cada uno llena la habitación con sus propios terrores más íntimos (con sus propias pesadillas familiares) y al igual que en “Rosemary’s baby” nunca un rostro ha sido tan espantoso como el del bebé que NO se nos muestra y debemos imaginar.
El tema de lo familiar-siniestro sabéis que me apasiona, ¿u obsesiona?, y no tiene nada que ver con Las Chicas de Oro, es sólo que si os fijáis está siempre presente porque lo más aterrador siempre está muy cerca.

Llegados a este punto (si es que alguien ha leído hasta aquí, que lo dudo), voy a hablar un poco sobre un cuento titulado "El hombre de arena" de un tipo llamado Hoffmann
“El hombre de arena”
El padre castrador

En este cuento lo amable se torna maléfico y el personaje del padre, que suele ser un tipo encantador, algunas noches se comporta de forma extraña y sombría. Eso ocurre en las noches que viene el hombre de arena. El pastor en este film de Haneke se vuelve como el personaje del cuento de Hoffman, con el que Freud ejemplifica su estudio sobre el fenómeno de lo siniestro en lo familiar: el hombre del saco que arroja arena a los ojos de los niños desobedientes para dejarlos ciegos. En el cuento, la imagen horripilante se concreta en una serie de personajes que, al final, es el mismo rostro siniestro de lo familiar que se multiplica.

La figura del padre en el film es también la figura del castrador y, además de la conversación sobre la masturbación que no tiene desperdicio, el pastor tiene otra conversación muy interesante con otro de sus hijos.

Los diálogos de Haneke, retratos devastadores

El pequeño e inocente hijo del pastor (que, como ya he dicho, es un personaje contrapunto en un film desasosegante) le pedirá a su padre si se puede quedar con un pájaro herido que se ha encontrado. El padre destacará la responsabilidad que ello conlleva con las siguientes palabras: “tendrás que ser su padre y su madre. Pongámosle una jaula”.
Así se define el concepto de la educación, una represión tan estricta, tan castradora, dentro de una sociedad enferma, podrida y sombría que sirve de caldo de cultivo de lo que está por venir. Siempre lo peor está por llegar, eso es así. Este diálogo me parece toda una declaración de intenciones pues el pastor enjaulará a sus hijos y los atará "para que no se hagan daño".

En cuanto a la brutalidad verbal, la feroz arremetida del doctor hacia la comadrona es escalofriante. Haneke nos muestra con toda rotundidad la sordidez humana, la mezquindad de una sociedad nauseabunda.
Ayssss, ya termino, ya termino, pero no quería dejar de mencionar...

Sobre Carrière y Buñuel (pequeña digresión a la que no me he podido resistir)

Haneke recurrió a Carrière para acortar la historia pues, en principio, se trataba de un guión para una miniserie de tres episodios para televisión y, dada mi admiración por el maestro Buñuel, no puedo evitar hacer una pequeña, a la par que curiosa, digresión.

Carrière y Buñuel trabajaron juntos durante 18 años y pasaban largas horas totalmente recluidos. De ahí que le contara una serie de anécdotas y hechos de su vida, que Carrière anotaba en un cuaderno.
Durante estos años de colaboración, todos los días tenían la obligación de contarse el uno al otro una historia breve que se acabaran de inventar, al margen del guión en el que estuvieran trabajando. Era sólo un ejercicio para despertar la imaginación, como un entrenamiento.
Me hubiera encantado escuchar algunas de las historias, recién salidas del horno, de Buñuel. Estoy seguro de que en muchas de ellas el rostro de lo familiar se volvía muy pero que muy siniestro.
 

Lo peor está por venir

Es curioso pero, al igual que en la última y estupenda peli de los Coen, "A serious man", o en el film, delicioso en mi opinión, "Chéri", lo peor está por llegar, a la vuelta de la esquina está el horror al acecho. No creo que esto sea baladí sino que plasma una sensación de desaliento y de temor por un futuro más incierto que nunca en el que nuestro mundo, aunque nos aferremos a él, sin duda, se tambalea.
En la secuencia final de "La cinta blanca" (plano fijo, interior iglesia), la religión, lo legitimado y el pensamiento único darán paso a una ideología que se impondrá y se colocará en el púlpito del nuevo orden social. La naturaleza, lo que puede moverse fuera de las normas queda ya enjaulada (de nuevo, este concepto, y recordemos que el film arrancaba con un exterior) en un nuevo contexto en el que el orden se reestablecerá, aunque de forma dramática, y todos los secretos volverán a esconderse debajo de la alfombra, donde uno nunca debe mirar.


Resumiendo: Este es un film de visionado imprescindible realizado con la minuciosidad de un taxidermista que se ha propuesto retratar de la forma más natural posible una sociedad enferma, putrefacta.

Al terminar el film me di cuenta de cuánto inquieta a Maggie el vacío y de cuánto necesitaba la aparición de Miss Marple soplándole al oído la solución a los enigmas. Sin embargo,  yo me siento cómodo tambaleándome sobre el vacío porque, al final,  todo en mi vida es un gran agujero.

Das Weisse Band (2009)
Dirección: Michael Haneke
Guión: Michael Haneke (con el empujoncillo del maestro Carrière)
Ah, si se te ha hecho corta esta reflexión tontorrona (vale, "corta" no es la palabra), aún puedes flagelarte más con mis comentarios sobre otros dos films de Haneke; "Funny Games" y "Caché".

10 febrero, 2010

Las preguntillas de Nosfe (EPD)

Dice Nosfe (EDP) que, mientras yo me pongo los guantes para sacar el bizcocho quemado del horno (éste no habrá quién se lo coma), quiere preguntarte algunas cosillas que se le han pasado por su cabeza rellena de poliuretano.

En este 2010 recién sacado de la lata, "PSICOSIS" cumple 50 años y el "EL RESPLANDOR" 30. Dice Nosfe que ambas se conservan estupendamente, casi tan bien como él. De hecho, hay pocos sitios, que formen parte de nuestro imaginario colectivo, que den tanta grima como la casa de los Bates o el Hotel Overlook.

Nosfe, pone carita de gato vivo (ahora sí que da miedín), y te pregunta al oído ¿en qué sitios de película no pararías ni muerto?

Anda, siéntate en el sofá azul y susúrrale a Nosfe lugares cinematográficos
 de pesadilla.
Related Posts with Thumbnails