UNA SONRISA TRISTEEl sábado quedé con mi amigo, el guaperas, para ir al cine pero me dejó plantado. Supongo que me sustituyó por alguna chica con pecas. Pero, la verdad, a mí me da igual porque si en algún sitio me siento a gusto es en el cine. Además, si consigo una butaca centradita en la fila 8, entonces ya soy casi un adolescente feliz.
Siempre intento ir al cine virgen. Vale, genial, he tenido que utilizar esta maldita palabra que me persigue como el olor a sobaco en el metro. Quiero decir que me gusta ir a ver una peli sin leer ninguna crítica, para no tener ideas preconcebidas y todo eso, y “así” es como fui a ver La familia Savages. No sabía nada de la peli, a parte de que estaba co-protagonizada por el grandísimo Philip Seymour Hoffman*, que me encanta desde que lo descubrí en una estupenda película llamada Happiness. Bueno, pues La familia Savages resultó ser una sorpresa muy agradable. Es una película con una historia pequeña pero repleta de grandísimos y gloriosos momentos. Es un estupendo retrato de personajes. Personajes reales, redondos, complejos, con sus toques miserables y sus momentos tiernos, con sus flaquezas y bondades.
La sinopsis podría ser: 2 hermanos - Wendy Savage (Laura Linney) y Jon Savage (el amigo Seymour Hoffman) -, que rondan los cuarenta, tienen que hacerse cargo de su padre al que le han diagnosticado una demencia.
El tema es duro y poco agradable de ver pero la vida es así y el cine puede mostrar historias cotidianas de un modo grandioso y sin caer en el merengue y en la sensiblería incontinente. No es fácil, pero la amiga Tamara Jenkins lo consigue con talento e ingenio.
Además, otra grandeza del enfoque del film es mostrar a unos hijos que se tienen que hacer cargo no de un buen padre que está enfermo sino de un tipo que ha sido un padre nefasto. Es más, un tipo que les ha marcado negativamente en sus vidas creando en ambos una desconfianza, una especie de alergia, hacia las relaciones estables y hacia el compromiso.
Hay un plano del film que es probablemente de lo más triste que he visto; cuando al padre enfermo se le caen los pantalones en el avión y todo el pasaje puede verle el trasero. ¿Hay algo más cruel? Pues sí, encima el pobre hombre lleva pañales. Por cierto, apabullante la interpretación de Philip Bosco (Lenny Savage, el padre). El tipo pasa de la lucidez al más completo desconcierto sin caer en lo histriónico.
La peli abarca la última etapa de la vida de este padre, quien no ha sido precisamente un padre ejemplar. Aunque se obvian las referencias directas a dramas infantiles (nada de flashbacks lacrimógenos ni cosas de esas), sólo hay pinceladas, está claro que Wendy y Jon han quedado bastante tocados por su infancia. Sin embargo, el hacerse cargo de él les hace evolucionar como personas, les hace madurar. Los dos hermanos viven una especie de catarsis que les hace dar un paso adelante, sobre todo en lo personal, y dejar atrás la mierda del pasado. De algún modo, se quitan los zapatos sucios de recuerdos y traumas y, por fin, andan descalzos hacia delante. ¿Se me ha ido un pelín la olla? Creo que sí, pero ahí se queda la metáfora de los zapatos. ¡Por algo éste es mi blog!
Esta peli es a su vez un viaje por ese variopinto universo, lleno de contrastes, que son los Estados Unidos. Uno puede orientarse a través de los árboles. El padre mientras estaba bien de salud vivía en un lugar "paradisíaco" (rallando lo absurdo y lo grotesco) llamado Sun City (en el desierto de Arizona) en el que todo parece salido de un anuncio de unos grandes almacenes o de una de esas clínicas de criogenización. Todo el mundo sonríe y lleva una manicura estupenda. Hasta los árboles tienen un look de los más amable y cuidado (incluso les han pintado el tronco de blanco y les han hecho una poda coquetona para que queden perfectamente redonditos y uniformes). Bien, éste es el idílico-grimoso punto de partida: Viejos bronceados, animadoras septuagenarias que bailan sobre un césped reluciente y feliz (sí, se nota que ese césped es feliz) hasta que alguien escribe con sus propias heces “capullo” en la pared del baño. Se acabó el sueño psicodélico de eterna juventud, se acabaron los árboles disfrazados. Saltamos al invierno, saltamos a Buffalo donde el sol se convierte en nieve y los árboles coquetones en esqueletos desnudos, en sombras delgaduchas y tristes de lo que antaño fueron. Igual que Lenny, un tipo que se convierte en una sombra desorientada. Otra metáfora...
¿Cómo hacer de una secuencia una secuencia estupenda?
Esta peli es una buena lección de cómo hacer de una secuencia una gran secuencia y de cómo dar otra vuelta de tuerca al drama mediante nada más y nada menos que un gag. Los personajes no se sientan a hablar y ya está, siempre hay algo que vertebra la acción de la secuencia y que saca más punta a la situación. Esto es inherente a las buenas pelis, o eso me digo muchas veces cuando me da por reflexionar sobre cine.
Véase la secuencia en que Wendy Savage le cuenta a su hermano lo de la supuesta beca Guggenheim mientras él tiene la cabeza sujeta a la puerta mediante un rocambolesco artilugio que debe ayudarle a curar su contractura muscular. En esa secuencia se dicen muchas cosas, se expresan muchos sentimientos. Él siente envidia, celos (típica rivalidad entre hermanos y más si sus aspiraciones profesionales son similares) y poco a poco esos sentimientos primarios iniciales van dando paso al cariño hacia su hermana e incluso a alegrarse por ella. Sin embargo, ¿cómo expresar esta evolución de sentimientos o esta mezcla de sentimientos encontrados teniendo la cabeza sujeta por un aparatoso chisme que no te deja apenas mover la cara y encima comiéndote una tostada? Pues si lo consigues, tienes un estupendo diálogo y una secuencia brillante.
Lo mismo en la secuencia de la terapia de grupo para parientes de enfermos con demencia. ¿Se puede pensar en una reunión más deprimente? Pues la secuencia empieza fuerte con la recomendación del libro “Demencia para tontos” (como el que habla de bricolaje o de aprender cuatro palabras en chino) y se redondea con un gag, de esos que te dejan una sonrisa triste.
Bueno, lo dejo ya porque cuando me gusta una peli me pongo de lo más pesado y podría seguir escribiendo chorradas sin fin. Además, tengo una cita ineludible. Sí, cena con las Chicas de oro (mi madre y sus amigas). Todo un planazo.
*A propósito de Philip Seymour Hoffman:
¡Jo, este actor me encanta! Se merece, al menos, un parrafillo.
Por pequeño que sea el papel, este tipo siempre se las arregla para hacer interpretaciones memorables. Véase El gran Lebowski o la reciente La guerra de Charlie Wilson (la secuencia vodevil en que él sale y vuelve a entrar varias veces seguidas en el despacho de Tom Hanks es de lo mejorcito de la película). En papeles protagonistas, también es una delicia, claro. Véase State and Main o su estupenda interpretación en Capote (aunque en mi absurda opinión, yo diría que el verdadero Truman Capote se parecía más al que se plasma en Infamous). Vamos, que es uno de esos actores que hacen de una buena película una película aún mejor. Es un tipo que engrandece sus papeles de un modo siempre muy personal y creíble.
Resumiendo: Tanto Laura Linney como Philip Seymour Hoffman y Phil Bosco hacen unas interpretaciones brillantes en este film, que es en esencia una historia de personajes con un guión estupendo en el que todo tiene un porqué y con una dirección acertadísima. (Nota: a Tamara Jenkins no hay que perderle el rastro).
Esta es una pequeña gran película que abarca sólo unos días en la vida de tres personas-personajes, pero esos días lo cambian todo. Es una de esas pelis que me dejan una sonrisa triste (una especie de mueca rara, vamos). Una de esas pelis con las que me rasco la barbilla y pienso que he visto algo especial, algo que merecía ser contado.
La familia Savages (2007) Dirección: Tamara Jenkins Guión: La buena de Tamara
"The Savages"
http://www.lafamiliasavages.es/
La familia Savages (trailer español)